Como supongo que muchos de mis lectores ignoran lo que es la marcha nórdica, he de comenzar explicando que es un tipo de “deporte” (yo prefiero llamarlo ejercicio físico pautado) que inventaron los nórdicos, concretamente los finlandeses, para mantenerse en forma en verano y entrenarse para el esquí de fondo que muchos de ellos practican en invierno. En esencia, se trata de clavar los bastones y caminar con unos imaginarios esquíes (sobre tierra o verde), de forma que, al llegar el tiempo de la nieve, el deportista está en plena forma para aguantar largas distancias de caminata sobre sus esquíes, ahora reales.
Hay cada vez más practicantes de marcha nórdica, y se pueden encontrar vídeos tutoriales en internet, de forma que es relativamente fácil ver cómo se hace. La cuestión es que, por lo que yo aprendí de mi monitora, alguien federado con calificación de sobresaliente en las pruebas de capacitación para ser monitora, la mayoría de los practicantes no lo hacen bien, y en consecuencia, no pueden alcanzar los muchos beneficios que este ejercicio supone para la salud. Resulta que la mayoría de los practicantes hacen bien una o dos cosas, pero no todas. Los requisitos en su totalidad son difíciles de conseguir: no sólo hay que mantener los brazos estirados, sino que su balanceo delante y detrás se realiza acompasando cada brazo con su pierna contraria, lo cual es difícil de automatizar, por ser lo opuesto a la marcha natural, y conseguir que la fijación de los bastones en el suelo se transforme en un impulso para avanzar, dejando ir cada hombro hacia atrás, hasta elevar de nuevo el bastón y, manteniendo el brazo estirado, clavarlo de nuevo firmemente en el paso hacia delante. El efecto que produce la marcha si se efectúa este movimiento “forzado” es de un constante vaivén de los hombros, y precisamente es este movimiento el que acarrea los mejores beneficios del deporte sobre el fortalecimiento de la espalda, el gasto calórico, la tonificación cardiovascular, y otros pormenores…pero también ese movimiento de los hombros es lo más difícil de conseguir, de hacer bien, con la cadencia adecuada al paso y la torsión de brazos precisa. ¿por qué? La respuesta es fácil: porque en realidad, en la marcha nórdica no se llevan esquíes. Todo ese control del movimiento hay que apoyarlo en una “visualización”, en una disciplina autoimpuesta, a la que la realidad no obliga en absoluto. La mayoría de los practicantes, así, balancean los brazos (cuando no los doblan indebidamente, como si estuvieran haciendo “otra cosa”) justo igual que cuando caminan sin sus bastones, pero sin forzar hacia atrás, y sin hacer la torsión de hombros. Para conseguir una buena técnica, entonces, hay que entrenar mucho, pero hay que empezar despacio, porque el movimiento requerido es “antinatural”, y al cerebro le cuesta “aceptarlo”. No conviene coger ritmo ni velocidad si este movimiento no se ha automatizado y consolidado, porque se perderá una y otra vez, o no se logrará nunca del todo. Si un finlandés hiciera lo que hacen estos practicantes, y tratara de competir en invierno con los esquíes, estaría condenado al fracaso. Pero ellos ya saben qué es lo que buscan, y lo hacen bien.
Sostengo desde hace años que un niño que aparentemente lee muy despacio porque se equivoca mucho, retrocede, relee, tropieza una y otra vez, hasta finalmente hacer palpable que no ha comprendido nada de lo leído, no necesita en absoluto aprender a “leer más deprisa”, como se suele interpretar, sino al contrario, necesita volver al origen, y tener PERMISO para leer más despacio, sin prisas, aprendiendo a COMPRENDER con toda la ayuda semántica que precise, la acomodación de su vista a lo que se le ofrece escrito, sin presión, ni de velocidad ni de comprensión. Entonces aprenderá a leer.