Sólo con leer el contenido de esta entrada ya se pone uno caliente… Los investigadores españoles tratados como funcionarios molestos y derrochadores de recursos, cuando esos recursos públicos engrosan las cuentas corrientes de los políticos y cargos de alto nivel.
Pero no es sólo eso. Es que para renovar el Sistema Educativo, tan orientado a la enseñanza obsoleta de materias inútiles para la gran mayoría de los alumnos hasta bien llegados a la adolescencia, sería muy deseable contar con estos investigadores como guías de lo que el futuro les depara a esos alumnos. Es la investigación científica la que mejor se encuadra en la célebre frase de Sócrates «sólo sé que no sé nada», convirtiendo la acción intelectual en una búsqueda de la verdad incesante. Esa búsqueda de la verdad, aplicada a la ciencia, traza el rumbo de lo que se va haciendo necesario con más o menos premura resolver para la población actual, y sobre todo, para la población futura. Justamente la población que llena las aulas de los niveles no universitarios.
En la línea de convergencia que se ha de buscar entre el mundo empresarial y el escolar, suele presentarse el conflicto de la posible utilización por las empresas de esa mano de obra que suponen los estudiantes en prácticas formativas. Si se impregnaran esas prácticas de un espíritu de búsqueda, de investigación, de progreso avanzado, tal vez no sólo se paliaría el conflicto con los rendimientos de la productividad, sino que se desplegarían como las varillas de un abanico las opciones de desempeño profesional de esos estudiantes en su futuro laboral. Se haría más consecuente la política de incentivación del I+D como forma de aumentar el nivel de vida, la satisfacción personal de los trabajadores, y de paso, el PIB.