
Sí, como he titulado, esta vez podría hablar de reunión o de reuniones, porque fueron dos. Dos grupos, dos temáticas diferenciadas, dos diferentes órdenes del día, dos fechas separadas por 7 días.
Llevaba tiempo sin describir ese último episodio porque mi ánimo decayó tanto que había dejado de enfrentarme al papel para abordar esos asuntos; me estaba curando del desaliento. Ahora que ya ha pasado casi un mes, puedo contar lo que pasó, y ponerle hasta un pellizco de sarcasmo.
Resultó, como tal vez recuerden los seguidores de mis crónicas, que otra compañera y yo habíamos elaborado una presentación con la que queríamos, en diciembre del 2022, exponer lo que a nuestro juicio estaba perjudicando el ritmo de progreso en nuestras “conquistas” para la profesión, y era que las reuniones habían discurrido de forma cada vez más inoperante. Y resultó que para la fecha en que se preveía la reunión de diciembre, había pocas personas disponibles, de forma que no teníamos quorum, y tanto mi compañera como yo preferimos posponer el asunto hasta la siguiente, en enero. Esta idea prosperó, y para ir ganando tiempo, ambas estuvimos de acuerdo una vez más en que era buena idea enviar la presentación al resto de los “comisionados” para que fueran madurando su postura al respecto y avanzáramos en la siguiente reunión. Así que hice el envío.
La respuesta de nuestro decano fue la única que me llegó: —Enhorabuena. Un análisis muy perspicaz— decía. Cualquiera pensaría que era buena señal ¿no? En la PowerPoint decíamos que hasta ese momento en las reuniones habíamos tenido dos directores (decano y vocal de la Junta, el uno por ser el promotor, el otro por ser pedagogo) pero no estaba claro el rol de ninguno de los demás, que no se hacían actas, siquiera resúmenes, en los que quedara reflejada (y comprometida) la tarea que correspondía a los asistentes, que no se señalaba con claridad el momento en que los ponentes habían terminado “su trabajo” (elaborar informes y propuestas, peticiones o sugerencias) y la pelota pasaba al tejado del Colegio (publicar esos informes, demandar a la Administración, implementar secciones y servicios en la web, etc.) de forma que no dejábamos de dar vueltas en el mismo punto una y otra vez, sin ver avances concretos. De la toma de conciencia de que había que resolver esos fallos yo esperaba que se derivase un avance en la gestión. Hay que añadir además que la publicación del servicio “Encuentra un Pedagogo” se había hecho depender de la “confección” de una web independiente para los pedagogos, que ya nos habían bosquejado en septiembre, y que ninguna de las dos cosas avanzaba. Un solo empleado de informática para todo lo que requería el sistema y además nuestra nueva web, no podía dar más de sí.
Yo esperaba que cuando nos convocasen para febrero podríamos reanudar todo ese cúmulo de obstáculos a la fluidez, y cuando menos la gestión de las reuniones, y cuando faltaba poco para terminar enero recibí, como todos, una carta del decano, avisándome de novedades. Él había hecho también su interpretación de lo que sucedía en las reuniones, y había decidido que lo mejor era “aligerarlas”, dividiendo la comisión en dos grupos, de no más de 6 personas, que se ocuparían de distintas cosas (por supuesto las que él determinase en su orden del día), y que tendrían que terminar las reuniones en una hora a lo sumo. Mi reacción fue de tal desplome moral que caí enferma en pocas horas hasta el punto de perder el conocimiento. Afortunadamente estoy curtida en somatizaciones y las primeras que identifico son las mías, así que la cosa fue leve. Pero la digestión psicológica no ha sido fácil.
Las reuniones, como decía, se celebraron con una semana de diferencia entre los dos grupos. El que me tocó en suerte fue el segundo. Pregunté por un resumen de lo sucedido en la anterior. No lo habían hecho. Los interesados no comunicaron nada en el chat que compartimos todos los integrantes del Grupo de Pedagogía (así se llama el grupo, administrado por la Directora de Comunicación – ¿quién, si no?-). Así que no sabemos lo que trataron ”los otros”, pero para portarnos bien nos ponemos a debatir…
Con una nueva exposición prolongada de la apariencia y estructura que tendrá “nuestra web” se va media hora. Conseguimos mezclarlo con el primer punto del orden del día, que era “perfil profesional del pedagogo” (one more time). El siguiente punto para debatir es definir la Orientación del próximo encarte de la revista colegial “Apuntes de Pedagogía”. Y entonces empieza a llover sobre nuestras expectativas, porque aquello que hemos querido publicar en todos estos meses de reuniones lo vamos desgranando para reivindicarlo, pero ellos encuentran que su negativa era fundada, un asunto tras otro. Y por fin la tromba de agua sobre nuestras cabezas: el decano nos dice que no hemos interpretado bien, si creemos que incluir ese asunto en el orden del día significa que nosotros vamos a decidir lo que irá en esos apuntes…¡sin contar con los hasta ahora responsables de esa publicación! (dos pedagogos importantes, predilectos del Colegio. Quiero añadir yo aquí que uno de ellos NO ESTÁ COLEGIADO) ¡Y sin pasar por el filtro de la directora de comunicación, que es la que edita el Boletín! ¡Nooo! Hasta que preguntamos para cuándo se prevé la publicación. La respuesta (la riada a nuestros pies) es la que me inspira el sarcasmo: “a finales de año”…jajaja, ¡acabáramos! ¿se puede pedir más? ¿hacen falta más aclaraciones? ¿Qué más quieren ustedes, pedagogos del CDL? … ¡AH, SE NOS ECHÓ LA HORA ENCIMA! ¡ADIÓS, ADIÓS!
Nos queda un consuelo: en la Junta General del 1 de marzo van a exponer un plan trazado desde la Junta de Gobierno, para que podamos constituir SECCIÓN FORMAL (como lo es la de arqueólogos, con los privilegios que conlleva) sin necesidad de recabar el apoyo de 65 (el 1% ) de los colegiados, como ahora determinan los estatutos, sino que a instancias de la propia Junta de Gobierno será posible iniciar los expedientes para tramitarlo. Si yo fuera radicalmente pesimista no diría ahora “menos da una piedra”, y por eso lo digo, pero …¡ay, ay, ay, que no me fío!







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