Currículo escolar, Enseñanza personalizada y Tecnologías educativas.

El 18 de octubre de 2019 se entregaban los premios Princesa de Asturias, y como es preceptivo los premiados agradecían la entrega con un discurso. 
El de Cooperación Internacional recayó esta vez en la institución fundada por Salman Khan, la «KHAN ACADEMY»,  una web al alcance de cualquiera en el mundo, destinada a la enseñanza personalizada, con inclusión de tecnologías informáticas, para promover la educación y formación de millones de personas, en diversos idiomas, en un diseño de avance progresivo, tutelado siempre por los centenares de profesores que colaboran con la institución, y cuyo avance y progreso está siempre en manos del propio alumno, que lo diseña y recorre libremente. 

«Para los estudiantes que nos usan por su propia cuenta, imaginen que somos su tutor gratuito para todo lo que necesiten aprender o practicar. Para los 250,000 profesores que nos usan en sus aulas, imaginen que somos un asistente virtual que, en lugar de hacer pasar a todos los alumnos por el curso al mismo ritmo fijo, permite a cada uno aprender y practicar en su nivel

Extraído del discurso del Salman Khan, al recibir su Premio Princesa de Asturias de Cooperación internacional 2019 

El reconocimiento recibido por este ingeniero matemático está basado en la evidencia de bondad y eficacia de sus postulados pedagógicos, con los que ha sabido integrar la tecnología para conseguir una revolución pacífica de magnitudes insospechadas por ningún sistema escolar tradicional. Mi satisfacción es absoluta, porque yo ya planteaba un ideario pedagógico similar cuando publiqué en 2007 mi libro «La Enseñanza Utópica. Una filosofía de la educación». Recojo a continuación algunos párrafos que demuestran la proximidad de mis planteamientos y los del premiado: 

«Ahora
bien, una característica indisociable de la estructura que yo propugno es que
los hitos o “metas parciales” no están necesariamente asociados a edades
preestablecidas, no se avanza y se promociona curso por el mero hecho de
cumplir años.

Es
más, no hay una estructura de “Cursos” sino una serie de objetivos finales y de
previos objetivos “intermedios” a cubrir para obtener el Diploma
correspondiente, y el avance de cada alumno se produce de acuerdo con sus
logros y adquisiciones en el desarrollo intelectual.

La
organización (de una carrera Maratón) establece unos objetivos, que se consideran los mínimos para
obtener un título, es decir para dar la carrera por terminada. Y la
organización establece que la meta queda abierta desde que se inicia la carrera
hasta que cada alumno llega al final, sin importar lo que tarde. Como en la
prueba deportiva, todos merecen respeto, todos han hecho un esfuerzo, todos
llegan al mismo final, todos han hecho el mismo recorrido. Pero unos han podido
hacerlo antes que otros, en función de sus características personales, lo cual
no implica más valoración como personas para unos que para otros.

En
esta estructura, que no está asociada al tiempo, sino al saber, se producen
fenómenos muy interesantes: el primero de ellos es que el punto de partida
requiere una “evaluación inicial” del tipo de las que se realizan en los cursos
de idiomas para adultos en cualquier centro especializado. Es a partir de esa
evaluación cuando se establece cuál es el nivel y el grupo adecuado para
integrar al alumno.

Por
cierto que este “pequeño detalle” (la evaluación inicial y su influencia
decisiva en la determinación del grupo que mejor se ajusta al alumno) ahorraría
no pocos sufrimientos psicológicos a muchos adultos que dejaron pasar su
juventud sin provecho académico, unas veces voluntariamente y otras obligados,
y que con gusto acometerían en la madurez los retos de formación personal que
les tientan en el saber y en el aprender, pero que se sienten retraídos por su
diferencia de edad con los compañeros potenciales del curso que les conviene.

En
la estructura académica de los “niveles de desarrollo intelectual” pueden ser
compañeros personas de distinta edad. Y conviene insistir en que “desarrollo
intelectual” no es sinónimo de “erudición”, sino de destreza mental.

De
modo equivalente, para incorporarse en este sistema escolar, es preciso partir
de una evaluación de las competencias intelectuales del niño, y no tanto de su
edad. Es así como cualquier inmigrante o alumno procedente de medios
culturalmente deprimidos, o por el contrario, cualquier superdotado encuentran
su lugar correcto en el proceso de aprendizaje.

El
segundo fenómeno es que ese nivel no tiene por qué ser el mismo en todas las
áreas del conocimiento y de las destrezas intelectuales. En esta escuela, tanto
los profesores como los alumnos son plenamente conscientes de que todas las
personas no aprenden de la misma forma, al mismo ritmo y las mismas cosas, con
la misma eficacia. Todo el mundo sabe que cada persona puede estar más dotada
para unas cosas que para otras, y que incluso una misma persona puede cambiar
el perfil que la caracteriza como estudiante y como aprendiz a lo largo de su
vida.

Así,
se produce una convivencia en los grupos de aprendizaje que viene determinada
por la capacidad más o menos semejante de sus componentes para avanzar en cada
área del desarrollo -que por otra parte los profesores conocen bien- más que
por la edad. Lo más probable es que la mayoría de los componentes de un grupo
tengan una edad similar, pero si hay alguno que se aparta de esa norma, no
supone problemas de adaptación ni para él ni para los otros, puesto que la
diversidad es asumida como algo natural tanto por alumnos como por profesores.

El
tercer fenómeno es que los profesores son mas bien lo que podríamos llamar
“monitores del aprendizaje y el desarrollo intelectual” de sus alumnos, pero su
misión fundamental no es comunicar el saber a los aprendices, por medio de
sesiones de instrucción más o menos magistral, sino la de poner a los alumnos
en situación de aprender todo lo que puedan por sí mismos, orientando en ese
sentido cada actividad y cada investigación para que los chicos y chicas se
vean abocados al aprendizaje.

De
esta forma, como los alumnos no asocian su promoción de nivel al hecho de
cumplir años, sino al de avanzar en sus objetivos, siempre tienen un aliciente
para continuar en el trabajo. Cada paso que dan les lleva más allá, y es por su
actuación por lo que ellos perciben que se produce el avance, que ellos asocian
claramente con su aprendizaje. Este es el cuarto fenómeno. No se da, o se da
raras veces, el caso de que un alumno niegue su propio progreso. Los alumnos
sienten que su capacidad intelectual y emocional crece siempre, aunque unas
veces vaya más lentamente que otras, pero además se sienten responsables de su
situación como estudiantes, lo cual es a la vez un camino para la educación de
su libertad.»

 Como se puede ver, la fecha de publicación de este texto hace que no haya referencias a la tecnología educativa, pero eso sería fácilmente subsanable hoy día, y no alteraría en absoluto la idea principal: la organización del currículo escolar, sometida a una profunda revisión, conectada con el principio de la educación personalizada, es una de las tareas pendientes de nuestro sistema educativo para adaptarse al futuro. Gracias a Salman Khan esto resulta hoy mucho más fácil de comprender. Seguramente el jurado de los Premios Princesa de Asturias también lo entiende así. Me pregunto cuántos políticos de la Administración Educativa se sumarían a este grupo.  

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