Acceso a la profesión docente. La reacción de los profesionales

Relaciones en un equipo de trabajo.

A partir de la propuesta de desarrollo del Estatuto Docente, que la ministra de Educación ha presentado en enero 2022, profesionalmente tengo mi opinión, y quiero resumirla y expresarla aquí, para lo que iré recogiendo los fragmentos redactados por Abel Sánchez Caballero en ElDiario.es[i] en su crónica sobre las primeras reacciones suscitadas por la propuesta ministerial:

Si es cierto que “El Ministerio, que prevé una negociación larga, ha optado por ir pactando el estatuto por partes, que irá aprobando según vaya alcanzando acuerdos con los sindicatos y las comunidades autónomas” parece que lo primero que se procura con las 24 medidas propuestas de momento, es la definición renovada del perfil de docente, en todas las etapas educativas. Los sindicatos esperaban, a tenor de sus comentarios, que lo primero fuera establecer sus condiciones laborales en un marco de nuevo trazado, con una dignificación retributiva y social, pero sin alterar su propio perfil como docentes. Es verdad que los aspectos económicos no aparecen en la propuesta ministerial, y son necesarios, pero en mi opinión es más estratégico y adecuado el planteamiento contrario, el adoptado por el ministerio. Cuando la imagen pública y social del docente sea mejor de lo que es ahora, entre otras cosas porque la formación inicial y permanente se hayan aceptado y “puesto en marcha”, el reconocimiento social mejorará notablemente, y será más fácil que la dignificación salarial y profesional caiga por su peso, pero además así se habrá producido una criba por decantación en el profesorado de todos los niveles.

La idea de someter a un examen de acceso a los aspirantes de cursar Magisterio no ha gustado nada a los sindicatos, y en los comentarios de los lectores de la noticia es una de las más rebatidas, porque entienden todos que los males del sistema educativo radican esencialmente en la cuestión de las ratios excesivas, y el abandono de la “cultura del esfuerzo”, pero en todo caso son siempre atribuibles a los alumnos, el currículo, la burocracia, la falta de recursos para afrontar la diversidad, la brecha digital de los más desfavorecidos, etc. pero nunca y en ningún caso a una deficiente profesionalidad de los docentes. Hay que contar con esa resistencia, supongo, y darse con un canto en los dientes de no tener que enfrentar la que presentaron en su día los maestros mexicanos, cuyo puesto de trabajo es (o era en 2014) hereditario, cuando se les planteó la necesidad de someterse a exámenes de validación profesional. En esas circunstancias estaban cuando sus resultados Pisa los situaban a la cola de los países evaluados. (Y no será que el ministerio no contempla esta posibilidad, cuando parece que el examen que se propone en el documento para acceder a Magisterio, en el caso de los profesores de Secundaria sólo se plantea como una posibilidad, seguramente porque en el Ministerio no quieren de momento “herir sensibilidades”.)

Otro tanto cabe decir de la reacción sindical, contraria a la idea de modificar las prácticas para acceder a la función pública, haciéndolas de modo dual, entre la Universidad y el centro educativo, y las evaluaciones posteriores:

«La evaluación no debe servir para dividir ni para individualizar el trabajo de las y los docentes», advierte STEs. Este aspecto es uno de los que más ha inquietado al profesorado en activo a falta de una mayor concreción. «¿Quién nos va a evaluar? ¿En base a qué?», se preguntaba un profesor. No va a encontrar las respuestas en esta primera propuesta.

Como pedagoga, mi respuesta está preparada, pero es demasiado extensa para este escrito. Sólo quiero recordar que a nadie le parece mal el hecho de que en Finlandia la profesión docente se considere no sólo socialmente sino económicamente muy por encima de otras, pero también acarree una durísima selección inicial y una constante formación permanente. 

La necesidad de evaluar a los profesores a lo largo de su carrera ha de plantearse tanto para los nuevos como para los actuales docentes, porque lo contrario sería claramente injusto por discriminador y ese es el enfoque que puede ofrecer los mejores resultados a medio y largo plazo (justo lo que todos reclaman, algo que no esté ligado a los ciclos electorales y que trascienda las ideologías políticas) en la renovación y mejora del sistema educativo.

En general, y con las reservas que merece la atención a las negociaciones y futuras incorporaciones de temas pendientes, estoy a favor de todo lo que plantea el proyecto de Estatuto, salvo en un asunto concreto: “la propuesta de inclusión de más asignaturas de didáctica de las especialidades docentes en los grados que habitualmente cursan quienes van a ser docentes de Secundaria después (Historia, Geografía, Filología, Física o Química)”. Considero que la hipótesis de que estos licenciados van a dedicarse mayoritariamente a la docencia no justifica que en sus planes de estudio de Grado hayan de recibir la formación específica para ello, porque de hecho reclamo para los pedagogos esa tarea, y no me parece que los pedagogos hayan de estar presentes en las Facultades que ofrecen titulaciones susceptibles de dicha hipótesis, porque ni son sólo ésas, ni es ese el lugar de los pedagogos. Estos, los pedagogos, deberían permanecer en las Facultades de Ciencias de la Educación, ocupándose en los Máster de Formación del Profesorado, los Grados en Educación Infantil y Primaria, o en Educación Social, donde serían bien recibidos TODOS los futuros docentes, provenientes de cualquier Grado y destinados a cualquier nivel educativo, incluida por supuesto la FP. Otra cosa es que este Master prolongue su duración, como de hecho prevé también el Estatuto presentado por la Sra. ministra.

Y otra cosa es que los programas del Master de Formación del Profesorado asuman la “irregularidad” (por no llamarla algo peor) pedagógica que supone para los destinatarios finales (los alumnos de Secundaria) el concepto de “formación complementaria” a su propia especialidad de Grado, y con media docena de créditos hagan “intercambiable” la habilitación docente entre un físico y un químico o un matemático, un geógrafo y un historiador, un biólogo y un geólogo, por ejemplo. De las consecuencias de este despropósito están llenas las academias y viven los profesores particulares…

De momento, y me temo que, por mucho tiempo, lo que sigo echando de menos es una valoración de los pedagogos, a quienes los docentes suelen considerar no más que incómodos teóricos, que si están en sus proximidades basta con ignorar, y si están en la Administración se puede abiertamente criticar y despreciar, porque dado que no son docentes, estarían mejor calladitos y en su casa…


[i] https://www.eldiario.es/sociedad/educacion-propone-prueba-especifica-acceder-carrera-magisterio_1_8693569.html

Por Carmen

Pedagoga jubilada, siempre ejercí de forma independiente y ayudé a mis clientes a superar "su fracaso escolar" con la convicción de que el fracaso no era suyo...ahora sigo preocupada los nuevos cambios de la escuela, intentando adaptarse a los cambios sociales...y expreso mi opinión en este blog.

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